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Nosotros hemos nacido para este tiempo...

La situación que vive la Iglesia Cristiana Protestante hoy en día me remite al pasaje en que se nos cuenta cómo Jesús instruyó a sus discípulos en el primer siglo para cumplir la misión. En este sentido encuentro unas similitudes de lo que en ese momento sucedió con lo que hoy debemos hacer, o más bien seguir haciendo. Mateo 10 se convierte entonces en una lectura obligada para nosotros en estos días, léase bien, para nosotros. Nosotros.


Antes de que Jesús enviara a sus discípulos a llevar el Evangelio de Dios, los empoderó dándoles autoridad para echar fuera espíritus inmundos y para sanar toda enfermedad, pero no sin antes darles el mayor ejemplo que se puede recibir en este aspecto, pues en un sólo día Jesús ha hecho 6 milagros, pues ha sanado a un paralítico, a la mujer del flujo de sangre (Con tan sólo tocar su manto), a dos ciegos, a un mudo, resucitó a una niña, además ha hecho un discípulo, ha causado gran admiración de la gente y en medio de esto había respondido a dos preguntas de dos comunidades religiosas (los fariseos y los discípulos de Juan el Bautista). Además de esto, Jesús motivó a sus discípulos de una forma conmovedora, diciendo “La mies es mucha y los obreros son pocos, rogad al señor de la mies, que envíe obreros a su mies”, forma que como vemos ha dado resultado hasta hoy. Nosotros, somos fruto del trabajo de otros obreros, somos esa mies y somos llamados a ser obreros dispuestos a dar fruto.


Continuando con el relato de Mateo 10, Jesús los envió a sanar y a predicar “El reino de los cielos se ha acercado”, además de esto les dio normas morales y de convivencia, como “No proveerse de cosas materiales” (Entendiendo el contexto de “Pasajeros” en las regiones por las que andaban), “Buscar un hogar de personas dignas en el cual hospedarse (Esto para evitar generar una imagen incorrecta al lugar que llegaran), entre otras.


Finalizando su mensaje a los discípulos, los contextualizó usando una metáfora que puede considerarse atemorizante “Yo os envío como a ovejas en medio de lobos” y también les dio advertencias de lo que sucedería, “Seréis entregados por los hombres para ser azotados, seréis llevados ante gobernadores para testimonio a la comunidad, pero no os preocupéis por lo que debéis decir, pues el Espíritu Santo os dirá”.


Para concluir Jesús les da una orden que hoy debe retumbar en nuestros oídos:


26 Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse.

27 Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.

28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

34 No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada.

35 Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra;

36 y los enemigos del hombre serán los de su casa.

37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí;

38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.

39 El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.

A partir de ahora intentaré comparar nuestra realidad con el pasaje que acabo de ilustrar, pues nosotros, debemos vivir esta historia, hemos sido llenos del Espíritu Santo, dotados con su poder para sanar enfermos, echar fuera demonios, hacer discípulos y sobretodo, anunciar sin temor los secretos que Él nos ha revelado, pues no quedarán ocultos, somos nosotros quienes debemos revelarlos.



La Iglesia en nuestro país ha sufrido grandes cambios en algo más de 150 años de existencia, después de haber sido juzgados y asesinados por ser parte de un culto no oficial en un Estado Confesional católico bajo la Constitución de 1886, pasamos a tener la libertad de predicar y vivir la vida cristiana amparados por la libertad de culto del artículo 19 de la Constitución de 1991, pasamos de ser una minoría tildada de ser ignorante y de clase baja a ser una mayoría que puede ser una fuerza a la hora de una decisión política, como sucedió el pasado 2 de Octubre, pues, aunque no estuvo unida toda la Iglesia, fuimos nosotros quienes causamos diferencia, según cifras tenemos una capacidad de votación de 10´000.000 de personas y según otras fuentes el 33% del país profesa nuestra fe.


A partir de esto, el señor Presidente de la República tuvo que reunirse con algunos pastores y representantes de la Iglesia para tomar consejo, para testimonio de muchos, poniendo a la Iglesia como una voz digna de ser oída. Es un milagro de Dios, que todos los cristianos protestantes colombianos debemos recordar, es una historia que debemos contarle a nuestros hijos, es nuestro triunfo, semejante al que tuvo Nehemías y su pueblo allá en Nehemías 6 (Lo invito a leer la historia en la Nueva Traducción Viviente, curiosamente un 2 de octubre).


Pero esto no acaba aquí, nosotros, los cristianos que estamos inmersos en la academia, el trabajo, las empresas, el comercio independiente y aún en el hogar, debemos ser como aquellos discípulos que Jesús quiso formar, aquellos empoderados del Espíritu Santo, sabios en su actuar moral, prudentes en su proceder con los demás, y lo más importante, sin temor de hablar las verdades de Dios, hablar su Palabra, no sólo de una forma religiosa, sino práctica y con sustento intelectual, pues Dios quiere restaurar el diseño del hijo de Dios sabio y excelente, como lo era Daniel, con un espíritu superior al de sus pares.


No queda duda de que como lo anunció Jesús, hablar de lo que Él es y lo que es su evangelio va a causar escozor en algunas personas, es entendible que Él manifieste que solamente habrá una paz “estable y duradera” en su reinado. Nuestra tarea es atraer su reino a la tierra para obtener algo de esa paz que en Él se vive, es amarlo, amar a los demás, hablar de su verdad, gritándola sin temor y actuando con justicia y misericordia.

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